El sacerdote catalán Lucho Roma abusó durante décadas de cientos de niñas indígenas en Bolivia. Las fotografió, grabó en video y documentó todo por escrito, creando el segundo diario de un cura pederasta al que ha tenido acceso el periódico El País de España. La orden religiosa a la que pertenecía realizó una investigación interna que confirmó los crímenes y luego procedió a encubrirlos. Tras la muerte de Roma en 2019, los jesuitas guardaron los hallazgos en secreto hasta ahora.
“Poco después de que los investigadores eclesiásticos bolivianos entraran en la habitación del jesuita español Luis María Roma Pedrosa, encontraron fotografías de decenas de niñas semidesnudas por todos los rincones: entre las páginas de los libros, en su agenda personal, en las carátulas de los discos, en los cajones del escritorio y en el disco duro de su ordenador”, relata El País.
“Muchas de las fotos estaban recortadas por su silueta, otras eran composiciones deformadas, a modo de collages, que combinaban caras, piernas y brazos de diferentes niñas. Rodeados de todo aquello, los investigadores se percataron de que estaban en la guarida de un monstruo. Llegaron a la residencia de los jesuitas en Cochabamba a comienzos de marzo de 2019, por encargo de la cúpula de la orden en Bolivia, debido a una denuncia reciente de pederastia contra Luis Roma, conocido como Lucho. Su misión era reunir pruebas, entrevistar a testigos y elaborar un informe con los resultados. Fue una experiencia horrible”.
El relato de El País indica que había decenas de fotografías y que los investigadores intentaron identificar a las niñas copiando los nombres escritos en el reverso de las fotos y revisando si también aparecían en el diario del sacerdote.
Roma escribió unas memorias detalladas donde contaba todo: los nombres de las niñas y lo que hacía con ellas. Durante su estancia como misionero en Charagua, al sureste de Bolivia, entre 1994 y 2005, escribió a mano cómo fotografiaba, filmaba y abusaba de más de un centenar de niñas, la mayoría indígenas guaraníes.
“Al menos 70 de ellas aparecen identificadas con su nombre. Eran 75 folios desordenados, muchos sin fechar, que guardaba en tres carpetas diferentes. Todo se incluyó en un informe devastador que confirma el encubrimiento sistemático de la orden ante este y otros casos de pederastia”, acusa el medio español.
Roma murió en Cochabamba el 6 de agosto de 2019, a los 84 años, debido a enfermedades que arrastraba desde hacía años, poco antes de que se redactaran las conclusiones de la investigación. Los resultados de la investigación no se hicieron públicos. La Compañía de Jesús, a la que pertenece el papa Francisco, no informó a las autoridades civiles bolivianas de sus hallazgos ni siguió la recomendación de los inspectores de indemnizar a las víctimas. “Todo quedó sepultado en el olvido, hasta hace un año”, señala la publicación.
El medio también dio a conocer los casos de pederastia de otro jesuita español, Alfonso Pedrajas, quien admitió haber agredido sexualmente a al menos 85 niños entre 1978 y 2000, causando un terremoto mediático en Bolivia el año pasado. Este caso habría provocado que salieran más casos a la luz, como el de Lucho Roma.
La orden religiosa informó a las autoridades bolivianas sobre la denuncia contra Lucho Roma y entregó todos los documentos de sus investigaciones, pero solo después del escándalo Pedrajas.
El periodista Julio Núñez señala que los jesuitas silenciaron todo lo que conocían durante cuatro años, tanto el material pederasta guardado en sus archivos como los manuscritos. “Finalmente, ante la presión mediática y popular, actuaron. Pero la justicia archivó el caso al no encontrar a las víctimas, y todos los legajos de la investigación permanecieron inéditos”.
Hasta ahora, El País ha accedido a todos los informes periciales, los interrogatorios, parte del archivo que Lucho Roma atesoró en su habitación y archivos internos de la orden que “confirman cómo silenciaron tanto este caso como otros que este periódico ha destapado en Bolivia, entre ellos el caso de Pedrajas y el del jesuita catalán Luis Tó”.
También han entrevistado a varias víctimas de Roma y a seis especialistas, testigos, inspectores y psicólogos que participaron en las indagaciones.
“Susana suspira por teléfono. Tiene 32 años y no es su nombre verdadero para proteger su identidad. Su nombre real aparece citado en los manuscritos como una de las 70 víctimas. También sale en una de las fotografías pixeladas que hace un año publicaron los medios bolivianos cuando el caso salió a la luz”.
El País logró hablar con ella. “Me reconocí y empezaron a venir recuerdos a mi mente de las cosas que habían sucedido”, cuenta. Los abusos ocurrieron entre 1996 y 1997.
“El relato de Susana es un calco de las descripciones de Los Manuscritos de Charagua, pero desde la perspectiva de la víctima”, cita el diario. Dice que el sacerdote iba casa por casa y recogía a las niñas con su jeep.
“Los papás confiaban en él ciegamente, pues era el padre de la Iglesia. Nos llevaba a bañar a las quebraditas y nos sacaba fotos”, narra la víctima, diciendo que era frecuente que Roma las sentara en sus rodillas, frente a su computadora.
Denuncia que los jesuitas no la han contactado para ofrecerle una reparación. Tampoco respondieron al periódico sobre por qué no lo han hecho. “Sé que la escuela de Charagua [propiedad de los jesuitas] maneja una lista con los nombres de todas las niñas que fuimos con él. Lo sé porque una persona que trabaja allí me dijo que aparecía mi nombre. Conociendo la lista, la Iglesia debería haber investigado más”, reclama esta víctima.