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REPORTAN DOS INCURSIONES IRREGULARES EN EL CUARTEL HORAS ANTES DEL ASESINATO EN MONTERO

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La noche del viernes 30 de mayo se tiñó de luto para el Ejército boliviano, tras el asesinato del teniente coronel Juan Javier Soliz Cáceres, de 42 años, quien perdió la vida víctima de un disparo certero dentro de las instalaciones del Regimiento XII Manchego, en Montero. El crimen, perpetrado con precisión quirúrgica y en circunstancias que apuntan a una planificación meticulosa, ha generado conmoción dentro y fuera de la institución castrense.

El hecho ocurrió a las 23:15, cuando Soliz regresaba a su vivienda ubicada dentro del recinto militar, luego de participar en una reunión virtual con el Alto Mando del Ejército. A bordo de su motocicleta, recorrió los escasos 221 metros que separaban el Comando de su hogar. Sin embargo, al momento de estacionar el vehículo, fue alcanzado por un disparo de arma de fuego que ingresó por la nuca y salió por la frente, provocándole la muerte instantánea.

El atacante, según las investigaciones preliminares, aguardó pacientemente entre los arbustos cercanos a la vivienda del oficial, esperando el momento exacto para ejecutar su acción. La precisión del disparo sugiere que el criminal tenía entrenamiento y experiencia. Además, se encontró un cartucho de 9 milímetros en la escena, lo que coincide con el calibre del proyectil que terminó con la vida del militar.

Fuentes militares que pidieron mantener el anonimato relataron que la tranquilidad habitual del cuartel fue interrumpida por un estruendo que inicialmente fue confundido con la explosión de una garrafa. Sin embargo, al acudir al lugar, los soldados confirmaron lo peor: el teniente coronel Soliz yacía sin vida, víctima de un disparo letal.

Los primeros indicios apuntan a que el tirador estuvo a menos de 15 metros de su objetivo. De acuerdo con el análisis forense y militar, un disparo realizado desde mayor distancia no habría producido una herida de salida. La precisión y el conocimiento del entorno muestran que el asesino no solo sabía manejar un arma con destreza, sino que también conocía la rutina del comandante.

Horas antes del crimen, se reportaron dos incursiones irregulares en el cuartel, específicamente por el sector este, que colinda con cañaverales y predios antes pertenecientes a Cofadena, ahora convertidos en barrios. La primera ocurrió a las 15:00, cuando civiles alegaron estar buscando cerdos perdidos. La segunda, más inquietante, tuvo lugar alrededor de las 21:00, cuando luces similares a linternas fueron vistas merodeando el perímetro. Al acudir los centinelas, no hallaron a nadie. Ante la sospecha, se ordenaron patrullajes móviles, pero el asesino logró evadir la vigilancia y ejecutar su plan.

Ese mismo sector fue utilizado para la fuga del asesino, según relataron testigos. Vestido completamente de negro, el hombre escapó hacia los cañaverales del Batallón Ecológico, aprovechando la oscuridad y la vegetación para desaparecer sin dejar rastro.

El fiscal Luis Alberto Lafuente, a cargo del caso, confirmó que la víctima fue atacada por la espalda, lo que refuerza la hipótesis de una emboscada cuidadosamente preparada. No obstante, evitó pronunciarse sobre el cartucho hallado en la escena, que podría ser una pieza clave para identificar el arma homicida.

La muerte del teniente coronel Soliz ha encendido las alarmas dentro del estamento militar. El Ejército emitió un comunicado expresando su pesar y prometiendo que se llegará hasta las últimas consecuencias para esclarecer este crimen. Por ahora, la investigación continúa bajo un manto de reserva, mientras se espera la recolección de más pruebas y la revisión de las cámaras y registros internos del recinto militar.