El sábado 1 de junio, la ciudad de Santa Ana de Yacuma, en el departamento de Beni, fue testigo de una manifestación que terminó en violencia y destrucción. La protesta, dirigida contra el Comando de la Policía de Santa Ana, culminó con la quema de las oficinas de esta unidad policial. Los manifestantes exigían la renuncia y salida del comandante policial, Juan Pablo Aillón Peña, debido a un profundo descontento con su gestión en el municipio.
La jornada de protesta comenzó alrededor de las 20:00 en las inmediaciones de la plaza principal de Santa Ana de Yacuma. Los manifestantes se reunieron de manera progresiva, con el objetivo claro de expulsar al comandante Aillón Peña del pueblo. El día anterior, habían otorgado un plazo de 24 horas para su salida, que venció a las 16:00 del sábado. Sin embargo, Aillón Peña seguía en su puesto, lo que exacerbó aún más la furia de la población.
La situación se tornó caótica rápidamente. Los manifestantes, armados con petardos, avanzaron hacia el edificio del Comando de la Policía. Ante una resistencia mínima por parte de los uniformados, lograron ingresar al inmueble. Lo que siguió fue una ola de destrucción: los manifestantes causaron destrozos y luego incendiaron las oficinas. Los policías, superados en número y sin capacidad de controlar a la multitud, se vieron obligados a replegarse a áreas adyacentes.
La raíz del descontento de la población de Santa Ana de Yacuma se encuentra en el asesinato de un piloto local, que fue acribillado por cuatro desconocidos el domingo anterior en un restaurante. Este crimen, que conmocionó a la comunidad, desencadenó una exigencia de justicia y la captura de los culpables. Sin embargo, la falta de avances en la investigación y la percepción de ineficacia por parte de las autoridades policiales alimentaron la indignación de los pobladores.
La situación se agravó con la llegada de policías de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (Felcn) y representantes del Ministerio Público desde Trinidad. Estos llevaron a cabo una serie de allanamientos en propiedades privadas y detuvieron a varias personas. Las detenciones, que los pobladores consideraron ilegales, aumentaron la tensión y el descontento.
En medio del caos, el párroco de Santa Ana de Yacuma, Germán Sosa Egüez, decidió intervenir. Sosa, alarmado por la violencia y la destrucción del edificio policial, se dirigió a los manifestantes, apelando a la paz y la no violencia. «Les dije que la violencia no era buena y que yo personalmente hablaría con el comandante para dar el mensaje. En la Iglesia predicamos la paz», declaró Sosa, la noche de los hechos.
El párroco conversó con el comandante Aillón Peña, quien expresó su disposición a abandonar el pueblo, aunque primero necesitaba consultar con sus superiores. Sosa relató que Aillón Peña estaba preocupado por su seguridad y la de sus camaradas, y le pidió que cuidara de ellos, ya que todos tienen familias que los esperan en casa.
Finalmente, después de las 21:00, la calma volvió a Santa Ana de Yacuma. Sin embargo, las instalaciones policiales quedaron totalmente destruidas, y no se descarta que la situación pueda complicarse nuevamente en los días siguientes. La comunidad permanece en estado de alerta, y las autoridades locales tendrán que trabajar arduamente para restablecer el orden y la confianza de la población en la fuerza policial.