El oscuro manto de la tragedia se cernió sobre el tranquilo municipio beniano de Santa Ana del Yacuma en la noche del miércoles. Un suceso devastador, el desplome del puente Rapulo, sacudió a la comunidad, dejando un rastro de dolor y desolación. La alcaldesa Rocío Roca Roca fue la portavoz de la devastadora noticia, informando sobre el trágico accidente que cobró la vida de varios habitantes de la comunidad Turindi.
«No se ha podido contabilizar cuántos comunarios había, pero sí habían comunarios de la comunidad Turindi, que lamentablemente fueron aplastados por el puente», expresó con pesar la alcaldesa Roca, dando voz al desgarrador sufrimiento que se abatía sobre su pueblo.
El desplome del puente, que se desvaneció bajo el peso de un camión que lo atravesaba, fue reportado por medios locales alrededor de las 19:30 horas de ese fatídico miércoles. Lo que comenzó como un incidente parecía no tener víctimas, con informes iniciales que sugerían que todas las personas presentes en el puente en el momento del colapso habían sido rescatadas. Sin embargo, la cruda realidad emergió más tarde, cuando pasadas las 22:00 horas, la alcaldesa confirmó la trágica pérdida de vidas humanas.
Con un nudo en la garganta, la alcaldesa Roca compartió la angustiosa situación que enfrentaba su comunidad: «Hay poca visibilidad, se está intentando recuperar los cuerpos de los fallecidos». La prioridad inmediata era rescatar los restos de aquellos que perdieron la vida en el fatídico suceso, un doloroso proceso que inevitablemente estremecía los cimientos de la pequeña localidad.
Pero la tragedia no solo se limitaba al dolor humano, sino que también tenía repercusiones prácticas y económicas. La caída del puente Rapulo dejaba a Santa Ana del Yacuma aislada del resto de los municipios, una situación que tendría un impacto devastador en la vida cotidiana y la economía de los habitantes. Ante esta cruda realidad, la alcaldesa y el concejo municipal consideraban la posibilidad de declarar el estado de desastre, reconociendo la urgente necesidad de ayuda y recursos para mitigar el sufrimiento y reconstruir los vínculos rotos por la tragedia.
En medio de la oscuridad de la noche, la comunidad de Santa Ana del Yacuma se aferraba a la esperanza, mientras enfrentaba una dolorosa prueba de resiliencia y solidaridad. A medida que el amanecer iluminara los escombros del puente caído, la comunidad se enfrentaría a la difícil tarea de sanar las heridas emocionales y reconstruir un futuro marcado por la tragedia.