Una semana después de los tumultuosos eventos en la plaza Murillo, el gobierno de Estados Unidos ha reiterado su negativa categórica de estar involucrado en lo sucedido el 26 de junio en Bolivia. Esta declaración surge en respuesta a las acusaciones del general Juan José Zúñiga, quien afirmó haber contado con respaldo de la embajada estadounidense para su intento de asonada militar.
En una conferencia de prensa, la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, fue enfática al desmentir cualquier implicación de su gobierno en los eventos bolivianos, calificando las acusaciones como falsas y reiterando el compromiso de Estados Unidos con la defensa de la democracia en Bolivia. Jean-Pierre subrayó que estas acusaciones han sido discutidas y negadas en varias ocasiones, reafirmando que Estados Unidos no tuvo ningún papel en los acontecimientos del 26 de junio.
El conflicto ha exacerbado las tensiones históricas entre Bolivia y Estados Unidos, marcadas por episodios anteriores de desconfianza y ruptura diplomática. Desde la expulsión del embajador estadounidense en 2008, acusado de intentar dividir el país, hasta la suspensión de agencias de cooperación como la DEA y Usaid, las relaciones bilaterales han sido tensas.
El expresidente Evo Morales y líderes de izquierda en Bolivia han señalado repetidamente a Estados Unidos como un factor detrás de la incursión de Zúñiga, mencionando declaraciones del general Marcelo Zegarra que sugieren un respaldo extranjero, incluyendo la embajada estadounidense. Estas acusaciones han avivado el debate político interno y han llevado al Departamento de Estado de Estados Unidos a solicitar una evaluación independiente de los eventos, en un intento por disipar las sospechas y mantener su posición de no intervención en asuntos internos de Bolivia.
