La escasez de diésel en Bolivia se ha convertido en una crisis crítica que amenaza la producción agrícola del país. Fernando Romero, presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), ha señalado que «si no hay diésel, no habrá producción; y si no hay producción, no hay comida». Esta falta de combustible ha dejado a los agricultores, tanto en áreas urbanas como rurales, en una situación desesperante, obligándolos a hacer largas filas para conseguir el diésel necesario para sus maquinarias.
El impacto es severo en la cosecha de invierno, especialmente en la recolección de la soya, un grano vital para la economía boliviana que no solo aporta divisas, sino que también genera empleo y es esencial para otras cadenas productivas. A pesar de que las lluvias han comenzado, los agricultores están preocupados por la ventana de siembra de verano, que se lleva a cabo en noviembre y diciembre. Si no logran sembrar a tiempo, los precios de los alimentos podrían dispararse, afectando a las familias bolivianas.
Demetrio Pérez, vicepresidente de la Cámara Agropecuaria de Pequeños Productores del Oriente (Cappo), corroboró que la cosecha de soya apenas ha avanzado un 5% debido a la falta de diésel. Los grandes productores pueden estar comprando combustible a precios exorbitantes, pero muchos pequeños agricultores se enfrentan a maquinarias inactivas y terrenos sin preparar, lo que podría llevar a la pérdida de cultivos si no se actúa con rapidez.
Romero ha instado al gobierno a considerar alternativas de importación de diésel desde Brasil, donde las carreteras son accesibles, para aliviar esta crisis. Sin medidas inmediatas, el sector agrícola se enfrenta a un futuro incierto y potencialmente desastroso. La comunidad agrícola clama por soluciones que garanticen la producción y, por ende, la seguridad alimentaria en el país.